sábado, 31 de octubre de 2015

Cuento de Todos Los Santos 2015

MIS DOCE ANGELITOS Y EL ANGELITO INVITADO

Érase una vez doce angelitos, y uno invitado porque su mamá era muy pequeña y entonces se apuntó con los angelitos de la madrina. Los doce angelitos y el invitado no vivían todos en el Cielo, sólo algunos. Los otros eran igual de buenos, pero vivían en la Tierra. Los doce angelitos y el invitado se conocían entre sí, porque todos tenían la misma tita, que la tita estaba en la Tierra porque era muy despistada y nunca se acordaba de ir al Cielo, donde le esperaban desde hacía más de un año.

Entre los angelitos del Cielo, había dos angelitos blancos, dos angelitos negros, y el invitado; el invitado era tan pequeño que era como gris, ni blanco ni negro, porque su mamá pequeña estaba tan nerviosa que se le olvidó darle un color, y él era tan chico que no se decidió por ninguno. Además, el angelito pequeño nació un día en que todos acabaron muy enfriados y con catarro, así que había pasado algo de frío. Pero había ido al Cielo con una pañoleta de la tita, y ahora andaba muy calentito.

Todos los angelitos van al Cielo con algo que se llevan en sus manitas, algo que tenían que haber hecho y que tienen que seguir los cursos allí. Los que están en la Tierra, como trabajan mucho, siempre andan cansados y escasos de dinero, que es la tita la que está pendiente de que no les falte.

De los que están arriba, uno se fue con una trompeta de plata del siglo XVI y otro con un trombón de varas de la Corte de los Zares de Rusia, de la antigua Corte. Esos son los dos angelitos blancos. De los dos angelitos negros, que trabajaron más que los otros en la Tierra y por eso, como tuvieron que pensar tanto, pues se convirtieron en angelitos negros (los más trabajadores sin duda), uno se llevó una caja de lapices Alpino de doce colores pequeños, y el otro una caja de seis colores pequeños de los del RACE, que es donde se hacen las carreras en Madrid. El de la caja de colores de doce se había llevado el sacapuntas de un amigo de la abuela y la tita, un sacapuntas doble de dibujante, pero al final se lo dejó y lo cambió por una caja de doce colores pequeña de Alpino que se la debe a su anterior mamá, porque perdió la que tenía. Y es que la tita, antes de ser buena era tonta, y un día en el cole, instigada por una amiga mala, le quitó a dos pequeños sus cajas de Alpinos pequeñas, una de seis y otra de doce.. Y a uno de ellos, el de la de doce, su antigua mamá no le dejaba ni ir al Cielo si no volvía con la caja de Alpino, así que ha tenido que volver a por ella... Es que en las antiguas colonias españolas las mamás eran muy raras, y a veces también los papás, según contaba la abuela.

...

No sé si sabéis que los angelitos trabajan. Uno de ellos ha estado dándole vueltas al último diseño de papá, un taxi de Madrid. Todas las noches jugaba con el taxi, que estaba en el cajón izquierdo del escritorio de la tita, hasta que una encontró lo que papá estaba buscando: puso los ejes de las ruedas un poquito más largos, con lo cual sobresalían unos 20 centímetros de la carrocería, a escala, claro (porque el taxi de diseñar, como el angelito es aún pequeño, es un taxi de juguete) y se inventó el taxi seguro, que aún no lo han hecho porque alguien le volvió a meter las ruedas para dentro pensando que la tita, como tenía fiebre, lo había estropeado. Pero lo harán enseguida...

Como mañana es su fiesta, la fiesta de Todos los Santos, de todos los angelitos en el Cielo y en la Tierra, se han puesto a trabajar juntos y han inventado el Organóforo de Pompas de Colores, para acompañar el Aleluya de Haëndel.  Con la caja de Alpino de doce han inventado los tubos del órgano, de doce colores, como las doce notas musicales. Las doce teclas de tocar también de esos doce colores. Y lo mejor es que, además de música, salen unas pompas de jabón perfumado de esos doce colores, cada color por su tubo, a la vez que la música: amarillo, naranja, rosa, rojo, celeste, azul, verde claro, verde oscuro, marrón claro, marrón oscuro, morado y negro...

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Los angelitos de la Tierra también trabajan mucho. Uno se ha metido en la Navy Seal, y seguro que el pobrecillo necesita un montón de cosas porque trabajará a todas horas; tendrá que mandarle la tita dinero a su madre para que le compre lo que pueda hacerle falta. Otro no sabemos dónde está. Otro está triste, porque no tiene teléfono móvil, y a veces piensa que se van a olvidar de ir a recogerle al cole. Al otro, que es como periodista, le hacen falta más medios...

Uno es algo más pequeño y se asustó mucho un día, y cuando sea mayor seguramente tendrá depresiones del gran susto que se dio...

Hay tres angelitos en la Tierra que están algo malitos, hay que rezar para que se pongan buenos. Y por los demás también, claro. Es que tienen que trabajar mucho y si están malitos no pueden. Bueno, mientras escribía el cuento creo que uno ya se ha ido también al cielo, con unos pececitos de color verde de bañarse, porque es un angelito que se tiene que bañar más, y Jesús le pondrá una bañera de agua calentita en una nube, bajo los rayitos del sol del otoño...

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Y el angelito invitado es el que más trabaja, queriendo a su pequeña mamá desde el Cielo...

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Ahora los angelitos del Cielo y la Tierra tienen que ensayar el Aleluya, con el trombón de varas, la trompeta de plata y el organóforo de pompas de colores, y cantando todos desde la Tierra y el Cielo, los doce y el invitado. Hay que dejar el cuento porque tienen que practicar mucho, que, en algún lugar del mundo, se oirá un Aleluya a dos voces masculinas, blancas y de adultos, de mis doce angelitos y el invitado, por encima de otra canción. Es el Aleluya para Jesús, para que no se sienta solo, porque el Papá de Jesús está siempre trabajando; más que todos los angelitos juntos. Y para la tita, que últimamente no se le quita la tristeza. Y para que todos los angelitos, los del Cielo y los de la Tierra, corran a apuntarse al cole de música de lo que les va a gustar la canción...

Madrid, España, a 1 de Noviembre de 2015 DC

A. López


sábado, 24 de octubre de 2015

A las doce...

Siempre, siempre, ocupada
mientras las sombras se ciernen
en torno a ignotas ventanas
repetidas mil y un veces.

Y a las doce tres tareas
en la mañana insistente...

...

Se ha pasado la mañana
más deprisa que otras veces...
Es mañana del otoño
aún en sus tonos alegres...

Y a las doce yo cantaba
en algún lugar adrede
un Ángelus desde el alma...


A. López